Antroponimia

INVENTARIO

Registro de antropónimos isleños estudiados en esta obra.

oOo

El patrimonio cultural de las Islas Canarias posee en la onomástica personal de tradición amaziq uno de sus bienes más peculiares y sugestivos. Desaparecidos los escenarios sociohistóricos donde este bagaje vibró en el pasado, sólo la recopilación documental y la memoria popular de ciertos acontecimientos y personas ha permitido preservar la constancia de algunos nombres. Actas bautismales, regis­tros de ventas de esclavos y crónicas de la Conquista aportan los caudales más abundantes, aunque también la transmisión oral suministra alguna que otra contribución de indudable interés.

Con todo, la relativa vitalidad que exhibe la antroponimia ínsuloamaziq en las últimas décadas viene inspirada por valores más estéticos y vindicativos que por la continuidad de la específica caracterización subjetiva que dio sentido a esas denominaciones. Una especie de fetichismo que, en cualquier caso, tampoco se aparta por completo de las costumbres antiguas, pues adjudicar al recién nacido el nombre de algún antecesor estimado o asumirlo ya de adulto se puede decir que expresaba un ejercicio de volun­tad más o menos similar: realizar en el tiempo el anhelo de una identificación que se considera valiosa.

En la sociedad amaziq de cualquier época, la criatura ha recibido durante los primeros días posteriores a su naci­miento el nombre de un ascendiente, vivo o muerto, que gozara del aprecio general. Un acto de reconocimiento sim­bólico que integra y protege. Pero muy pronto se le impone también un sobrenombre, con frecuencia creado a pro­pósito para evitar confusiones. Sin embargo, serán las peripecias vi­tales las que determinarán su deno­minación habitual:

Habituellement l’enfant reçoit à sa naissance le nom d’une personne aimée ou vénéré, vivante ou morte; mais, peu après, on lui donne souvent un surnom, choisissant ou fabriquant parfois un nom nouveau, que nul n’a porté, pour éviter les confusions. Plus d’une fois, après quelques années, le nom primitif de la personne est oublié et elle n’est plus connue que par son surnom, qui est regardé désormais comme un nom, et est donné plus tard à d’autres en son honneur.

Foucauld 1940: VII

En efecto, como ya señalara uno de los primeros histo­riadores del Archipiélago, «en estas yslas se ponian los nombres por la mayor parte según los hechos, y sucesos que acaesían alos hombres» [Abreu (ca. 1590, III, 3) d. 1676: 77v]. Situaciones de la vida que podían alterar la apa­riencia física o mostrar rasgos distintivos del carácter, dos ámbitos de referencia también muy recurrentes. Al menos por lo que respecta a las nominaciones sociales.

Porque, en el mundo amaziq, junto a ese nombre público de constitución expresiva, el sujeto se reconoce en una de­signación substantiva, compartida exclusivamente con per­sonas de su absoluta confianza. Para una cultura donde la espiritualidad forma parte indisociable de la realidad tangi­ble, conocer el verdadero nombre de alguien supone estar en disposición de penetrar en su identidad sutil, en su esen­cia inmaterial y trascendente.

Aquí se recogen poco más de dos centenares de antro­pónimos ínsuloamazighes o, en algún caso, que pasan por tales sin serlo o haber cumplido esa función en la antigüe­dad isleña. Pero la finalidad de este glosario no reside en juzgar usos sociales ni establecer ningún tipo de norma, sino ofrecer explicaciones fundadas para el conjunto de voces que han sido asumidas como nombres propios de persona en cualquier momento de la historia insular. No obstante, únicamente se dará cuenta de aquellos que la investi­gación filológica ha conseguido depurar en su formulación y significado, aunque tampoco es objeto de esta reseña divulga­tiva entrar en demasiados detalles analíticos.

Alguna vez, se observará que un nombre presenta dos traducciones potencialmente admisibles dentro de la misma composición formal. Sin testimonios precisos sobre la vida de una persona, no siempre es posible concretar las signifi­ca­ciones exactas, pero, cuando menos, se ha podido acre­ditar su auténtica entidad lingüística.

En otras ocasiones, llamará la atención una aparente contradicción entre el género gramatical y el sexo del su­jeto. Esta circunstancia obedece a dos causas posibles.

De una parte, puede suceder que el concepto elegido para dar nombre a una persona se exprese sólo en uno de los géneros. Igual que la ventura se utiliza en español como antropónimo masculino, el habla ínsuloamaziq de La Palma, por ejemplo, empleó el femenino tegint para nominar a un niño, Teguinte, que debió de ser todo ‘agitación’. Aunque en casos como éste, cabe presumir también la segunda op­ción.

Así, de otro lado, se recurría de forma deliberada al cambio de género para introducir valores cualitativos, no siempre muy deferentes. Puesto que la lengua amaziq suele reservar el masculino para lo grande y fuerte, mien­tras el femenino se otorga a lo pequeño y más frágil, algu­nas de esas alteraciones pretendían infundir, y no sólo de­notar, la cualidad correspondiente en la persona señalada. Un caso muy bien atestiguado es el de Temiaba, jefe de la comarca que hoy se conoce por Barlovento, en la isla de La Palma, tildado de «pu­silánime» por sus contemporáneos, cuyo nombre (*temawwadt) exhibe la literalidad de una ‘mujer temerosa’.

Justo lo contrario de lo que acontecía con «vna Palmera, que se llamaba Guayanfanta, de grande anímo, y gran cuerpo, que paresía gígante» [Abreu (ca. 1590, III, 6) d. 1676: 83r], ‘orgullosa’ portadora de una designación mascu­lina (*wayya-n-fanṭaz), como no podía ser de otra manera.

Porque hubo un tiempo donde la melodía que nombraba nunca fue código de cosificación administrativa…

PREÁMBULO GRAMATICAL

Pronombres demostrativos

La identificación principal del sujeto se realiza a través de afijos pronominales. Prefijos de estado y pronombres de apoyo se reducen en origen a una forma más sencilla, dotada de un valor autónomo: los pronombres demostrativos. Sus valores más corrientes en la onomástica amaziq (continental e insular) restan como sigue:

Demostrativos
Valorm. sing.m. pl.f. sing.f. pl.
definido (antiguo)a (e / i) t(i) 
definidowa / we
(ya / ye)
wi
ta / te
ti
indefinidoi (wi)
ere / ar(a)
i
ti
ti

En ocasiones, el sujeto es mostrado con la ayuda de ciertos términos deícticos. El análisis comparativo revela la efectividad en Canarias de, cuando menos, dos de ellos:

a) (h)at(a), partícula presentativa (‘he aquí’) (Prasse 1972: 177);
b) -a, sufijo deíctico de nombre (‘este’) (Prasse 1972: 191).

Partículas de filiación

La formación de los patronímicos y matronímicos amazighes admite una colección de prefijos particulares, frecuentes también en la etnonimia. Hasta ahora, en Canarias se ha podido constatar con bastante certeza una serie correspondiente al masculino singular («hijo de X»):

Partículas de filiación
MasculinoFemenino
SingularPluralSingularPlural
aw / agg
(*â-wihih)
ayt
(*â-yihit)
yäll / yälli
(*yallîh)
ǝšš / ǝšši / yǝssi
(*yassîh)
yiw / iw / yu
(*îwhih)
 wǝlǝt / ult
(*wilit)
šêt / ist
(*yassît)
u / w
(wi)
at / ǝt
m
sut
Cf. Foucauld (1952, III: 1.440), Prasse (1974: 204 y 270-271), Dallet (1982: 794 y 847) y Taïfi (1991: 747 y 786).

Formas verbales

En los dialectos amazighes, la forma verbal se configura a partir de una raíz consonántica (o tema de flexión) provista de índices personales o de participio. La raíz, una secuencia consonántica irreducible, aporta las unidades mínimas de significación. Las diferentes vocalizaciones de esa raíz proporcionan los cambios de matices no temporales (aspectos), ya que esta lengua carece de la categoría de tiempo verbal como aparece fijada en las lenguas románicas. Un hecho que, igual que sucede en árabe o en japonés, dificulta seriamente una traducción certera y completa del verdadero significado de los verbos amazighes.

Al radical así creado se añaden ciertos morfemas derivacionales para obtener sus diversos aspectos o esquemas, que la gramática continental enumera en el siguiente orden: aoristo (o neutro), perfecto positivo, perfecto negativo, imperfecto positivo e imperfecto negativo, tanto en sus modalidades simple como intensiva.

Pero el precario conocimiento de las hablas insulares obliga a operar, por el momento, con las categorías verbales más elementales. Para cada noción verbal, la lengua amaziq opone dos aspectos diferentes:

a) de una parte, el permanente o perfecto, que expresa una situación estática o acabada y hace que el hablante componga una imagen global, al margen de cualquier idea de desarrollo;
b) y, de otro lado, el procesal o imperfecto, que declara una acción dinámica o relata un suceso todavía en curso de realización.

Ambos aspectos se presentan bajo alguna de las dos modalidades siguientes:

a) simple, que posee un valor verificativo;
b) o intensiva, que toma un valor descriptivo.

En el sistema continental, el aoristo, o imperfecto simple cuyo valor lo determina el contexto, se utiliza como enunciativo por su carácter neutro. En cambio, el imperfecto intensivo muestra lo que se conoce también como «forma habitual», peculiaridad amaziq que expresa una idea de continuidad, iteración o frecuencia en la acción, tanto en el presente como en el pasado o en el futuro; además, proporciona un imperativo y un gerundio o participio de presente. Su conjugación, que aparece precedida de la partícula ar, refuerza el tema del pretérito simple por medio de modificaciones vocálicas, modificaciones consonánticas (adición del afijo tt o geminación de radicales) o modificaciones mixtas.

Las formas verbales derivadas resultan básicamente tres, por lo menos en principio, ya que algunas de estas figuras pueden combinarse, aunque no todas siguen vivas en cada una de las modalidades dialectales de esta lengua. He aquí los tres tipos primordiales:

a) el causativo o factitivo, de prefijo silbante s (c ó z), para indicar cierta autonomía del proceso verbal, tangencialmente limitado por una influencia indirecta del sujeto;
b) las formas pronominales recíproca y reflexiva, de prefijo nasal n (m), cuyo vocalismo cambia en i (salvo en los verbos del tipo ftu, que conservan esa vocal característica), y en a para el pretérito;
c) y la forma de valor pasivo, con prefijo dental t (tu, tw), de la que todavía no hemos obtenido ejemplos convincentes en las antiguas hablas isleñas.

Por lo que hace referencia a los índices personales, interesa subrayar la comparecencia de dos series diferenciadas, una para el imperativo y otra para el resto de aspectos del verbo:

Imperativo (= Aoristo)Otros aspectos
SingularPluralSingularPlural
 ax / anxgh / xn
2ª m— øt / (w)att / d / t / ghtam / ǝm
2ª f— øm(a)t / nt / nnt / d / t / ght m(a)t / nt / nn
3ª m  i / y / ø —an / ǝn
3ª f  tn / n(a)t / nn

Pero el sistema de antroponimia ínsuloamaziq sólo construye enunciados nominales donde el sujeto se cita de manera individual y, por lo general, en tercera persona. No obstante, si fuera correcta la hipótesis que aplicamos a ciertos nombres elaborados mediante una forma verbal simple, también sería necesario reparar en la 2ª persona del singular de ambos géneros para elucidar el controvertido conjunto de antropónimos masculinos, según la tradición etnohistórica, transcritos con los índices t — (t), presuntamente femeninos.

Otros morfemas implicados en la conjugación verbal no se ha detectado que jueguen ningún papel relevante en la onomástica personal, salvo los accidentes que informan la composición substantiva o adjetiva del verbo.

Por último, entre esas formas verbales más regulares y con alguna participación en la antroponimia predominan los participios, creados a partir del imperfecto o del perfecto con la incorporación de ciertos afijos:

Participio (positivo)
GéneroSingularPlural
común  nen / nin
masculinoi / y / ø — an / ǝn 
femeninotat / ǝt 

MORFOSINTAXIS

Son bastante escasos los nominales documentados que refieren filiación del tipo «hijo de X» o adscripción a instituciones sociales (familia, clan, etc.), y muy rara vez adoptan topónimos (cf. Álvarez Delgado 1979: 8). La documentación oficial hispana, datas o acuerdos de cabildos por ejemplo, sí suele incluir referencias toponímicas en la onomástica personal, aunque nada confirme su uso en el antiguo sistema insular de antroponimia. Ahora bien, tampoco debe esperarse un empleo frecuente del adjetivo calificativo. Por lo general, la lengua amaziq reserva esta función a los verbos cualitativos o de estado, aunque, en ocasiones, también hace derivar de estos verbos algunos adjetivos que expresan la idea calificativa.

Los nombres personales carecen de una morfología específica, dotada de un vocalismo propio y afijos especiales. Sin embargo, su estructura gramatical presenta diversas constantes que permiten reconocer algunos modelos constructivos. El análisis efectuado aquí toma como referencia la tipología descrita por el profesor Salem Chaker (1984: 264-281) para la antigua onomástica amaziq, aunque se han introducido algunos matices y particularidades isleños, que bien pudieran deberse a la deficiente transmisión textual. Por descontado, la nómina presentada en esta sección no cierra por completo la lista de posibilidades, pero otros tipos no quedan contrastados con las suficientes garantías. De modo sucinto, he aquí sus variedades:

1.  Nombre verbal simple (forma verbal sencilla).
2.  Nominal simple.
3.  Nominales complejos.
4.  Conjuntos negativos.
5.  Conjuntos determinativos.
6.  Compuestos.
7.  Filiales.

Por descontado, resulta verosímil que existieran otras facturas onomásticas, pero la vacilante transcripción de los cronistas coloniales no ayuda a perfilar sus límites. En todo caso, es obligado barajar también la hipótesis de una eventual presencia de nominales pertenecientes a otras lenguas, bien importados por los pobladores amazighes o bien habilitados por los contactos con posibles visitantes.

En resumen, estos criterios de diferenciación morfológica contienen combinaciones de variables o recursos lingüísticos de uso general; en ningún caso encubren estimaciones sociales, más allá de las que corresponde a todo antropónimo: reconocer cualidades distintivas en el sujeto.

1. Nombres verbales simples

Desde el punto de vista gramatical, este modelo presenta una forma verbal sencilla, bien en esquema de perfecto o de imperfecto, y en cualquiera de sus modos de significación. Contiene, a lo sumo, el correspondiente índice verbal de la 3ª persona del singular de los aspectos no imperativos: y- o i- para masculino, t- para femenino. Bien es verdad que, en los nominales femeninos, se hace muy difícil distinguir aquellos casos que pueden ser encuadrados dentro de los conjuntos determinativos verbales. Con la escasa precisión de las fuentes a la hora de anotar las cualidades vocálicas, queda un margen muy precario parar garantizar todos los resultados.

Además, la concurrencia de otros índices no debe excluirse. Al respecto, han de anotarse los índices de la 2ª persona del singular, idénticos para el masculino y el femenino, del citado aspecto no imperativo del verbo: tt (d / ) / gh. Ahora bien, sin paralelos seguros en el sistema continental, resta solamente como una especulación sujeta a refutaciones nada despreciables.

La prolífica operatividad de estos afijos gramaticales obliga a proceder con cautela. Un elemento como la t puede reunir hasta siete funciones gramaticales diferentes: marca de pasivo, de intensivo, de femenino, de colectivo, de nombre de unidad e índice pronominal de 2ª y de 3ª persona (Marcy 1931: 56).

El asunto tiene interés por cuanto afecta a un número importante de nombres masculinos que la documentación europea transmite con apariencia de femeninos, aunque los casos examinados aceptan una lectura congruente como enunciados verbales de los tipos propuestos. Sin embargo, el profesor L. Galand (1993), que discute la naturaleza amaziq de las antiguas hablas isleñas, enfrenta esta misma dificultad en la onomástica continental desde la perspectiva, en primera instancia, de las marcas de género, aunque sin excluir otras posibilidades. Entre esas alternativas, el arabista Rafael Muñoz rescata para esta controversia una explicación bastante sólida: «La respuesta es que en líbico y en el antiguo canario no son marcas de género: el prefijo t- es residuo de un artículo, mientras que el sufijo -t / d lo es de un demostrativo» (Muñoz 1994: 37). Y concreta más aún acerca del prefijo: «hat es un deíctico, emparentado con el semítico dâ, que, como tal deíctico o mostrativo adquiere la misma carta de naturaleza del artículo. Luego ocurre que la laríngea h cae, junto con su vocal, quedando así la t- prefijada» (Muñoz 1994: 38).

Por añadidura, se podría objetar el recurso al cambio de género para señalar diferencias de tamaño, cantidad o valoración respecto del sujeto referido, un procedimiento cercano a la ley de polaridad atestiguada en las lenguas camitas. Pero es preciso analizar con celo las diferentes variantes que proporcionan las fuentes, antes de sancionar sin más que dos versiones documentales corresponden por igual a formas diferenciadas en el habla original. Tanto desde el punto de vista heurístico como paleográfico hay razones suficientes para considerar esa opción en último lugar.

No obstante, es menester consignar además la existencia de tres variantes particulares que matizan la definición general de este modelo.

En primer lugar, los nombres con forma verbal aislada (marca cero), desprovista de afijos personales o presentativos (p. ej. Sigoñe, imperf. caus.). S. Chaker, que advierte también esta peculiaridad en la antroponimia continental, remite esta fórmula a ciertos verbos cualitativos:

Certains verbes (verbes de qualités) ne portent pas de marque de personne explicite à la 3e personne du masculin singulier du thème d’accompli: ils ne sont donc pas immédiatement identifiables comme verbes, d’autant que les nominaux peuvent aussi ne porter aucune marque formelle lourde et qu’ils peuvent donc facilement être confondus entre eux.

Chaker 1984: 268

Sin embargo, la inexactitud de las fuentes coloniales alcanzó no sólo a la omisión de fonemas que luego se han mostrado como relevantes, sino también a la verdadera naturaleza de las vocales, ocultando así valores gramaticales significativos (p. ej. variaciones de aspecto en las formas verbales). De ahí que la ausencia de estas partículas antecedentes puede tener su origen simplemente en defectos de la transmisión textual.

La segunda variante de este modelo corresponde a los nombres de final -n. Para Salem Chaker no queda clara su procedencia: «cette marque finale peut être verbale (-n « ils », indice de 3e personne de masculin pluriel/ -n, marque de participe) ou nominale (-n, marque de pluriel –(a)n, suffixe d’adjectif)» (Chaker 1984: 268).

El profesor Prasse admite que –än, –a e –i pueden constituir verdaderos sufijos, aunque contempla otra interpretación igualmente oportuna: «Ils s’ajoutent à des noms que nous connaissons plus ou moins évidemment sans suffixe aussi. Ils créent ce qu’on est tenté de définir comme des «diminutifs» ou des «noms hypocoristiques»» (Prasse 1974: 112).

Algunos de los pocos casos isleños encuentran una lectura satisfactoria como participios: epítetos de estructura verbal perfectiva (pasivos) o imperfectiva (activos), sin fórmula pronominal o presentativa prefijada. A diferencia de la variante anterior, los participios distinguen una flexión de género a través de sufijos. Por ejemplo: Semmiḍ‑an, participio perfecto de causativo del verbo isma, completado por el índice ‑an de masculino singular. Como en la tamaziq, se trata de adjetivos verbales que expresan una calificación distintiva, por lo que su valor puede ocupar con mayor fidelidad el territorio de los nombres de función, cargos o títulos sociales y no tanto el de los antropónimos.

Para finalizar, se ha de citar una variedad muy poco frecuente: los adjetivos verbales de prefijo m (Prasse 1974: 97ss), que marcan un sentido singulativo (individualizado), construidos sobre la forma verbal simple (p. ej. Magheq).

En definitiva, desde el punto de vista semántico, no se encuentra que los antropónimos insulares de este modelo «puisent principalement dans des champs lexicaux valorisants, référant à des caractéristiques ou actions positives des individus» (Chaker 1984: 268). Como de costumbre, se inclinan a reflejar cualquier rasgo o actuación del sujeto. En cambio, también en Canarias se verifica una circunstancia repetida durante los períodos líbico, medieval y actual en los dialectos continentales: este modelo se instituye como una formación bastante reiterada dentro del sistema de antroponimia.

2. Nominales simples

Esta fórmula agrupa nombres comunes empleados como antropónimos (forma nominal aislada). Suelen aparecer distinguidos por un determinante pronominal, a– (para masculino) y t(a)(t) (para femenino), al que antecede, en ocasiones, una partícula deíctica del tipo (h)a‑t(a), ignorada por lo general en las versiones continentales. Al margen de esta pequeña salvedad, el modelo se halla bien representado en el sistema amaziq actual y también durante el período medieval, pero no ocurre lo mismo en las etapas más arcaicas.

El profesor Chaker (1984: 269-270) reconoce que la ausencia de notación vocálica en las inscripciones líbicas debe contribuir a explicar estas lagunas (en los casos masculinos). Pero, además, sugiere que en esos tiempos antiguos «les marques nominales (actuellement obligatoires) n’étaient pas encore automatiquement associées au substantif» (p. 269).

En Canarias, también este modelo admite enunciados desprovistos de esa señal de substantivo (p. ej. Dacil). Pero permanece la duda en cuanto a si se trata de un vicio de transcripción o de una realización antigua que confiere menos importancia a esa determinación de género. Acaso se cruzan aquí los planos gráfico y oral, aunque no se barajan pruebas sólidas al respecto.

3. Nominales complejos

Salem Chaker retiene bajo este epígrafe tres compuestos independientes, aunque en Canarias sólo hemos localizado con seguridad dos de ellos.

De un lado, el modelo que añade al nombre un afijo personal («posesivo»), semejante a la antigua construcción integrada por un verbo y un afijo de régimen, el sufijo personal de 3ª pers. del m. pl. -SN / -sen, como en el isleño Guayasen.

De otra parte, el modelo <M·S + nombre>, para cuyo análisis introduce dos explicaciones perfectamente posibles: «il peut s’agir de suites MS ‘Maître’ (mess, touareg) + Nom ou Déterminant (= «Maître X»), parallèles aux formes arabes actuelles Si(di) X, ou de dérivés en ms — de bases nominales, du type abrid ‘chemin’ amesbrid, ‘le passant, le voyageur’…» (Chaker 1984: 270-271).

Por lo que hace referencia a la primera elección, la versión continental del elemento regente del compuesto, M·S, no diferencia los géneros con expresiones identificables con rotundidad: (H) mäss, pl. mässaw / mässa, pl. mässawat; (Ghat) mess, pl. messau / messa, pl. messaut ‘señor, señora’.

Además, existe otra posibilidad que ya advirtió Álvarez Delgado (1956: 386), aunque sin decidirse plenamente. Se trata «del prefijo líbico Mas- «descendiente» (comp. Masinisa)». En la actualidad, los dialectos del Marruecos central utilizan el verbo [M·S] mes para indicar la procedencia, el origen o los lazos de parentesco.

Las fórmulas isleñas para los nombres de las mujeres portadoras de los derechos a la jefatura, Masaquera y Mastegena, indican tanto posesión como pertenencia o ascendencia.

4. Conjuntos negativos

Se caracteriza esta antigua secuencia nominal por presentar una negación inicial, asociada a un verbo o a un nombre. Hoy, su esquema hace la siguiente distinción:

(a) En sintagma verbal: WR + verbo.
(b) En sintagma nominal: WAR + Nombre (p. ej. Urma).

Si bien en la actualidad aparecen más difundidas a través de la etnonimia, Chaker (1984: 271) menciona la vigencia de estas fórmulas nominales en la Antigüedad y en la Edad Media. Sin embargo, la incierta notación de las vocales, cuando consta en los repertorios líbicos y árabes, no permite consolidar una diferenciación tan clara para esa primera época. Los ejemplos isleños, condicionados como siempre por la deficiente factura de los textos etnohistóricos, tampoco arrojan mayor precisión al respecto.

5. Conjuntos determinativos

Este grupo reúne los nombres cuya composición enlaza un pronombre de apoyo (demostrativo / indefinido) a uno de los siguientes tipos de determinación:

a) nominal, wa + prep. (n, mayoritaria, o s) + nombre (p. ej. Benamaz < *we-n-ama, lit. ‘hombre de presa’);
b) verbal, wa + verbo (p. ej. Guabinque < *wa-əbennəq, lit. ‘el que acosa’), también conocidos como nombres de acción o de estado, según que se aplique a la persona que cumple la acción expresada por el verbo (agente) o a quien se encuentra en la situación descrita por el verbo (estado). Admite los siguientes prefijos: a-, am-, an-, i-, im-, para masculino, y ta-, tam-, tan-, ti-, tim-, para femenino.

Este modelo constituía el enunciado general en la tamaziq continental durante la época medieval, según ha establecido S. Chaker (1984: 271). Pero la onomástica isleña contiene ciertas particularidades que no deben pasar inadvertidas.

En primer lugar, el pronombre de apoyo, o soporte de la determinación, acepta las formas wa:we y a(w/y) (cf. Delheure 1989: 145-147). Además, en un par de ocasiones es posible especular con la presencia del pronombre indefinido ar < ere (p. ej. Ariscaya o Eraoranhan).

En segundo lugar, todos los sintagmas nominales estudiados bajo este epígrafe poseen un nítido origen verbal, aunque sometidos a procesos de substantivación y adjetivación que los cualifican para integrar este diseño morfológico.

6. Compuestos

Numerosos y de muy diversa factura, son nombres en los que intervienen varios términos en su configuración, aunque las fuentes suelen transmitir de ellos una imagen unívoca. Esto significa que eran asumidos por los hablantes como un nombre compacto, ya que también se reproducen en algunos casos enunciados con una sintaxis idéntica, pero donde los componentes aparecen segmentados.

En resumen, su tipología incluye por ejemplo: (a) aposiciones de carácter verbal, substantivas o adjetivas, que constituyen en realidad frases completas (p. ej. Gumidafe < *gummăḍ-axf, lit. ‘separación o desvío de la cabeza’); (b) determinantes descriptivos, donde existe una relación de cualificación de un componente sobre el otro (p. ej. Mayantigo < *m-azgan-tigăwt, lit. ‘como una parte del cielo’).

7. Filiales

Con seguridad, representan la forma más elemental de los nombres propios de persona. Estas locuciones poseen una partícula indicativa de la filiación que precede siempre al nombre del antepasado. Se les conoce como patronímicos o matronímicos, y son nombres que, derivados del perteneciente a alguno de los padres u otro antecesor, y aplicado al hijo u otros descendientes, designa en ellos esta relación familiar (p. ej. Aguacoromos < *aw Akurumas, ‘hijo de el Arrugado‘).

SEMÁNTICA

Esta caracterización general del sistema de antroponimia ínsuloamaziq no restaría completa sin mostrar al menos unas breves pinceladas del alcance semántico que cubren los nombres personales. Por descontado, los aspectos físicos y psicológicos bastarían para armar un catálogo muy profuso, pues dominan estas atribuciones sociales. Pero informaciones cualitativas igual de valiosas aguardan también en otros dominios, algunos menos evidentes a priori.

(a) Continentales. Unos pocos nominales disponen de homólogos, vivos aún o ya históricos, en las hablas de la Tamazgha (p. ej. Apolla, Arafo, Ayose o Benamer).

(b) Étnicos. Esta exigua relación de nombres tribales o étnicos suministra vínculos identitarios de manera intrínseca (p. ej. Guadituco o Tentagays).

(c) Sociales. Retienen contenidos culturales, profesionales o funcionales (p. ej. Bentidagua, Tagayacte o Tetagursa).

(d) Cosmogónicos. Más allá de puntuales referencias estelares (p. ej. Dagentire), algunas formulaciones particulares se adentran en el pensamiento alusivo al origen del cosmos y la vida, siempre como legitimación del poder social (p. ej. Guayarmina, Masaquera o Mastegena).

(e) Epigonales. Este rubro acopia nombres que deben su acuñación a ciertos episodios que involucraron a los sujetos en el proceso de conquista y colonización (p. ej. Armiche < *arəmis, ‘presa, botín’, jefe bimbache capturado por Jean de Bethencourt), inclusive con carácter póstumo (p. ej. Bentor < *bəntər, fig. ‘despeñado’, sucesor de Benchomo en la jefatura de la resistencia anticolonial, se quitó la vida tirándose por los riscos de Tigaiga).

(f) Declarativos. Como extensión privativa del paradigma anterior, cobran una relevancia indudable aquellos nombres que fueron creados por las propias víctimas de la esclavitud, en la mayoría de los casos para denunciar su situación (p. ej. Adsaburxerban), aunque no faltaron también las afirmaciones identitarias (p. ej. Arasaho) y subjetivas (p. ej. Attanatda).

REFERENCIAS

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– d. 1676 (< ca. 1590). Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria. Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [Copia anónima en la BMT, ms. 191].

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Muñoz Jiménez, Rafael. 1994. La piedra Zanata y el mundo mágico de los guanches. Tenerife: Cabildo Insular, Museo Arqueológico.

Prasse, Karl-G. 1972. Manuel de Grammaire Touaregue (tahaggart). Vol 1 (I-III). Phonetique-Ecriture-Pronom. Copenhague: Universidad. 

Prasse, Karl-G. 1974. Manuel de Grammaire Touaregue (tahaggart). Vol 2 (IV-V). Nom. Copenhague: Akademisk Forlag.

Taïfi, Miloud. 1991. Dictionnaire Tamaziɣt‑Français. (Parler du Maroc central). París: L’Harmattan‑Awal.

BIBLIOGRAFÍA

En estas dos obras que se citan a continuación, es posible encontrar inventarios nominales bastante amplios:

Álvarez Delgado, Juan. 1956. «Antropónimos de Canarias». Anuario de Estudios Atlánticos 2: 311-456. Madrid – Las Palmas de Gran Canaria: Patronato de la “Casa de Colón”.

Cortés, Vicenta. 1955. «La conquista de las Islas Canarias a través de las ventas de esclavos en Valencia». Anuario de Estudios Atlánticos 1: 479-547.

INVENTARIO

Registro de antropónimos isleños estudiados en esta obra.

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Islas Canarias, 1980-2023.