Achuguayo

Achuguayo
Del maz.tk *at-u wayyu > aču-wayyo, prop. (lexicalizada) ‘he aquí este que es espíritu, causa, origen o guarda’.

¶ at – guaya.

1. m. Tf. Rel. Divinidad masculina.

§ «‘El Ser Supremo’ (Es la voz conservada entre el vulgo)» [Bethencourt Alfonso (1911) 1994b: 260].

§ «Respecto a la teogonía guanche únicamente son conocidas unas cuantas líneas generales, reveladoras de esa eterna dualidad con que la naturaleza se manifiesta a las sociedades primitivas. Todos los seres vivientes, particularmente la especie humana y las más importantes de los animales domésticos, recorren el camino de la existencia bajo la protección de sus respectivas divinidades, que a la vez militan sometidas a dos grandes potestades que se disputan la gobernación del mando y el incondicional vasallaje del hombre. Achuguayo, personificación del Bien, lucha por los sanos principios de la moral, mientras Guayota, símbolo del Mal, subvierte lo santo y noble; pero con las circunstancias de que todos estos dioses tienen nuestras necesidades: comen, beben y sienten» [Bethencourt Alfonso (1911) 1994b: 268].

§ «Reina Achuguayo en los cielos impulsando hacia el bien los destinos del mundo con la cooperación de diferentes deidades más o menos poderosas, como el sol, la luna, las estrellas, el mar, el agua, las nubes, el arco iris y el «fuego hijo de Magec»; de las diosas Chaxiraxi, Tajo, Abona y de los penates Chayuga, Saguañic y otros, sin contar varios elementos benéficos. En ocasiones muestra su enojo al hombre por medio del relámpago, el rayo, los truenos o desoyendo la gracia que solicita; pero como dijimos también le reserva el «Lugar de las Delicias», situado no se sabe donde, como premio a la virtud y al valor durante su vida terrestre» [Bethencourt Alfonso (1911) 1994b: 268].

N. B. Sólo la tradición oral habría mantenido viva hasta la transición al siglo XX la memoria de lo que parece una figuración, con perfiles humanos, creada para el culto popular. Así acuña ese retrato Bethencourt Alfonso (1847-1913), impregnado de algunos rasgos cristianos, aunque sin renunciar a cierto clasicismo animista. Hasta dónde haya una antigua contaminación evangélica en esta caracterización u obedezca a la inspiración literaria del médico isleño, cuenta menos que la definición esencial puesta de manifiesto por el teónimo.

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