Guañajé

Guañajé
De *wa-n-haghaḍ > wañaghá, conj. det. m. sing. ‘el del rebaño de cabras’.

*n + h/y > ñ /ɲ/, por palatalización. *-ḍ > – ø, elisión por tendencia al abreviamiento, y eventual caída, de las extremidades de los vocablos en la lengua amaziq, especialmente marcada en los dialectos meridionales (Prasse 1972: 43) y en Canarias.
guan – axa.

1. m. Tf. desus. Rel. Entidad o divinidad maligna (demonio) que, según la creencia popular, protegía al ganado (ovicápridos). Expr. t.: canajá, guañaja, guañaje.

§ «Canajá, T[enerife]. “Divinidad infernal del ganado lanar”» [Bethencourt Alfonso (1880) 1991: 233].

§ «Guañaje, T[enerife], “Divinidad infernal del ganado cabrío”8 / Guañaja» [Bethencourt Alfonso (1880) 1991: 233]. N. B. En nota (8), Bethencourt (1991: 291) añade: «En nuestros tiempos los pueblos de Vilaflor, San Miguel, Guancha y otros de la isla, llevaban cabritos a las iglesias en Nochebuena, para en el momento del nacimiento del Redentor, en medio de los silbidos de los pastores, el ruido de las chácaras y tambores, de las danzas y repique de campanas, morderles las orejas para que llamaran con los balidos a su guañaje o dios y asociarlo a la alegría general. / En lo más lejano de nuestra niñez, en algunas iglesias del sur, los pastores vestían la indumentaria guanche, provistos de largas lanzas, con las que recorrían el templo dando saltos portentosos y lanzando silbidos ensordecedores hasta descubrir el niño. Y sin embargo, el recuerdo nos conmueve».

§ «Guañajé, deidad protectora del ganado cabrío; Ca­najá, la del ovejuno; Jucancha, del perro» [Bethencourt Alfonso (1911) 1994b: 268].

§ «1500 Noviembre 20. Granada. Orden al ldo. de Maluenda, juez de términos de Sevilla, para que informe al Consejo sobre la petición presentada por el bachiller Alonso de Sepúlveda, procurador de pobres, para que contnúe el pleito que ante los alcaldes de casa y corte seguían Perico Benítez, canario, hijo de Bartolome Benítez, que antes de ser cristiano se llamaba Guanajao, y Bartolomé Benítez, vecino de Sanlúcar de Barrameda, en el que quedó demostrado que Perico Benítez era libre y que su padre lo había entregado a Bartolomé Benítez para que lo instruyese en la fe, confiándole a su muerte la herencia de su hijo […]» [Aznar 1981: 103 < AS-RGS, 20-XI-1500].